interiores / Terrorismo, desde luego

Nov 24, 2019

Con el vocabulario hemos topado. Guerra de interpretaciones y significados, laberintos semánticos acicateados por la rivalidad y el temor a las palabras.

¿Son o no terroristas las bandas delincuenciales que operan aquí y ahora?...

La respuesta varía con las circunstancias. Habría que ver caso por caso. El terror es una agresión dirigida a propósitos más amplios que el simple trasiego de drogas, aunque puede proceder de estos ámbitos.

El terrorista busca acobardar a las instituciones gubernamentales y arrebatar territorios a la sociedad civil, para anular o restar funcionalidad a instancias básicas como ministerios públicos, juzgados, cuerpos policiacos, prisiones.

Su resultante es el miedo ciego, la desconfianza hacia las instituciones del estado y la pérdida de autoridad en los servidores responsables de seguridad y justicia.

Ligado todo, por supuesto, con expresiones de crueldad extrema, de un alto impacto visual que parece advertir a gobernantes y gobernados “no te metas conmigo”.

De aquí la frase admonitoria que se repite en narcomantas diseñadas con rigor infográfico (imágenes que ilustran textos) de todo el país, cuando puntualizan: “esto les va a pasar”…

¿A quiénes?, al competidor, al rival de territorios (identificado o no), al pueblo llano por si se atreve a denunciar, a la autoridad que se sienta tentada a intervenir y todos los etcéteras imaginables.

Se trata de instancias profundamente reaccionarias a las que les perturba cualquier acuerdo social. No es gratuito que las mafias italianas hayan apoyado a MUSSOLINI y las norteamericanas formen parte del establishment republicano.

Hay mucho de “laissez faire” en la lógica de las organizaciones criminales. Cuestión de leer lo que opina el gran santón del capitalismo salvaje MILTON FRIEDMAN sobre las drogas. Despenalización absoluta.

Tanto como decirle al Estado que retroceda tres pasos y permita que las reyertas entre cárteles se diriman por la ley del más fuerte, el más apto, el menos escrupuloso.

La diferencia con el delincuente común es que este se encuentra regido por el imperio de la necesidad. Robar, asaltar, extorsionar para comer o alcanzar utilidades materiales sin duda imposibles bajo la tabulación salarial vigente.

El terrorismo empieza cuando las muertes no son una daño colateral sino el motivo principal. Peor todavía, cuando las víctimas (gente pacífica, familias) ni siquiera sabrán por qué murieron, ni quien tendría tanto desprecio a sus vidas para cortarlas de tajo, sin razón a la vista.

La economía mafiosa es una forma de capitalismo extremo, lumpencapitalismo. Paradójicamente, es un capitalismo contrario al concepto original de mercado, porque en el mundo oscuro la competitividad se define a golpes de metralleta. No hay libre concurrencia.

Por todo ello, si lo que hoy se discute en Tamaulipas es la naturaleza de los grupos ilegales que tienen en jaque a la ciudadanía llana, pues hombre, buena parte de sus acciones (no todas) podrían tipificarse como terrorismo.

Sobre todo bajo el precario equilibrio de fuerzas que ha prevalecido después de la gran ruptura de 2010, el divorcio entre una organización delictiva y quienes hasta entonces fueron sus fuerzas de seguridad.

El problema es cuando la violencia generada va más allá de (1) la rivalidad entre bandas y (2) el enfrentamiento con las corporaciones de seguridad.

Aflora entonces un elemento más, cuando (3) la manera de decir “aquí estamos” se manifiesta con matanzas sin causa visible, que tocan las puertas del genocidio.

Dos veces San Fernando (2010, 2011) en efecto, aunque igual abundan ejemplos en nuestro vecindario norestense. Caso típico, el de Allende, Coahuila (2016).

Es algo más que “matar por matar”. Es la búsqueda del impacto emocional, el shock generalizado de quienes tiemblan frente al televisor o la primera plana de la prensa.

Ahí donde la meta no es disputar un nicho de mercado, ni vaciar la caja de un negocio, ni ejecutar una venganza, sino socavar los cimientos del pacto social.

Alterar gravemente la paz ciudadana y minar la confianza en el Estado de Derecho para cambiarla por el grito sostenido del “sálvense quien pueda.” El río revuelto y la ganancia de saqueadores.

En la capital del país lo negó enfáticamente el exjefe de gobierno MIGUEL MANCERA y lo hace ahora su relevista, CLAUDIA SHEINBAUM.

Aunque taparse los ojos no impida que las redes sociales se encuentren en pleno alarido las 24 horas del día, 7 días a la semana, los 12 meses del año.

Mexicanos al fin, el temor a las palabras es hijo del pensamiento mágico. Ignoran la funcionalidad, la operatividad, las ventajas prácticas del llamar a las cosas por su nombre.

Se sienten más a gusto en la viscosa sordidez de los valores entendidos.

 

BUZÓN: [email protected]